Por primera vez en la historia argentina un vicepresidente es procesado. Esto implica que el juez Lijo tiene pruebas para creer que Boudou cometió ilícitos.
El paracaídas se cerró. Ni la acusación contra la prensa que investigó, ni la descalificación a la Justicia que corroboró los hechos pueden evitar que el presidente del Senado sea calificado como un corrupto.
Boudou venía en caída libre desde hace meses y cada vez eran menos los que, abajo, sostenían la red. Hacía tiempo que a Boudou sólo le quedaba el sello de vicepresidente. Ni el poder ni el cargo eran suyos. Su renuncia o licencia hubieran sido un alivio para la Presidenta que se equivocó en la elección del vice.
La Argentina está avergonzada. El país entra en una noche política que exige actitudes cabales y honorables para ver un nuevo amanecer.